Miguel Ángel Blanco, concejal por el Partido Popular en Ermua, fue secuestrado por la banda terrorista ETA el 10 de julio de 1997. Exigían el acercamiento de los presos de la organización a cárceles del País Vasco. El Gobierno central no aceptó la petición y el concejal fue asesinado.

La Fundación Víctimas del Terrorismo, cuya presidenta es Marimar Blanco -hermana del concejal asesinado hace veinte años- explica en su página web que su propósito es “promover y divulgar los valores democráticos, la defensa de los derechos humanos, la pluralidad y libertad de los ciudadanos y, al mismo tiempo, ser un vehículo útil de consulta para una mejor comprensión de la situación del colectivo de víctimas del terrorismo en España”. Entre los mecenas de la fundación -se puede consultar en la web- están el Ministerio del Interior, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, gobiernos autonómicos o empresas del Ibex 35.

En un reciente homenaje Marimar Blanco acabó su discurso pidiéndole a la Alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, que colocara una imagen de su hermano -en Cibeles-, porque -dijo-representa a todas las víctimas.

Marimar Blanco, a través de la fundación que preside y gracias al apoyo del Partido Popular ha erigido la figura de Miguel Ángel Blanco como símbolo de las víctimas del terrorismo y ha escrito bajo su imagen la leyenda “yo soy todas las víctimas”. En mi opinión, es una falta de respeto, de empatía y consideración hacia las demás víctimas, es de mal gusto y desprende un desagradable aroma de prepotencia y egocentrismo, además de haberse convertido en un arma que se ha utilizado -y se sigue utilizando- a conveniencia por el Partido Popular en su discurso político y en su postura ante el terrorismo.

Todos y cada uno de los asesinatos cometidos por la banda terrorista ETA no pueden ser comprendidos ni tolerados bajo ningún contexto, todos son crímenes brutales. Todas las víctimas son víctimas por igual.

Fernando Prado.