La casa diminuta

Según el Observatorio Astronómico Nacional, el solsticio de verano se producirá a las 16 horas y 58 minutos del miércoles 21 de junio y tendrá una duración de 93 días y 16 horas. Las predicciones de la AEMET auguran un verano más cálido de lo normal. Agoreros. También nos dicen que esta primavera está siendo la más cálida de los últimos años. Alarmistas. Y además, escuchamos que las precipitaciones primaverales no han sido suficientes para recuperar el nivel de los embalses. Ya lloverá.

Comienza el período vacacional. Se producirán, como cada año, millones de desplazamientos por carretera, los aeropuertos estarán a reventar y miles de aviones surcarán el cielo, el Mediterráneo -esta pocilga y fosa común nuestra- se llenará de cruceros y embarcaciones de recreo que navegarán de un puerto a otro. Grandes masas formadas por sudorosos individuos ávidos de ocio y experiencias únicas, de descanso y desconexión, abarrotarán playas, caminarán por ciudades y pueblos recopilando fotos instagramables, archivando recuerdos y alimentando la futura nostalgia por un pasado esplendoroso -qué tiempos aquellos, dirán-.

Dejadnos vivir, exclaman las masas. Qué pesados estáis con el impacto ambiental, la huella de carbono, la subida del nivel del mar, la degradación de los ecosistemas, la pérdida de hábitats, las especies en peligro, la contaminación, los plásticos en los océanos, el aumento de las temperaturas, la sequía, los incendios, los impuestos ambientales, el veto a la construcción de nuevos hoteles y a la proliferación de pisos turísticos, la gentrificación, la capa de ozono, el ártico, la escasez de recursos, el turismo sostenible -como si eso fuera posible-, la alimentación bio, el consumo de productos de proximidad, los combustibles fósiles, el correcto reciclaje de los residuos. Basta ya, se quejan las masas. Queremos seguir siendo libres -autoengaño-. Qué será de nuestras vidas si no podemos irnos de vacaciones, conocer otros lugares, tirarnos a la bartola en una playa paradisíaca, nadar con delfines, bucear en un cenote, en fin, romper con la extenuante rutina, dejar de bregar hacia el vacío al menos por unos días. Envidia, gritan las masas.

La cuestión, creo yo, es que queremos vivir en una casa diminuta en la que ya no cabemos y que estamos a punto de derruir.

Fernando Prado.

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