Va de pelotas

Hace años que no veía ningún partido de fútbol, tanta testosterona, especulación financiera y derroche de recursos para que exista la industria de ese deporte, me invitaba a pasar de largo y sentir repugnancia.

En las múltiples idas y venidas al compostero público, localizado en un parque junto a un pequeño campo de fútbol de barrio, descubrí que sí me gusta ver el fútbol, que disfruto de ver a la gente jugar. Por lo general hay niños y jóvenes, a veces (las menos) también hay niñas.

Fui enterándome poco a poco que la Selección española de fútbol femenino estaba avanzando en el Mundial de fútbol de Australia y Nueva Zelanda, al punto que llegaría a la semifinal (que también ganó) con lo que estaría en la final con la selección de Inglaterra. Me acordé un poco tarde, pero pude ver el segundo tiempo y disfruté mucho de su habilidad y de su inteligencia, pero sobre todo del respeto entre ellas, entre todas, de ambas equipas. En mi opinión el deporte debería aspirar a ser siempre eso que hicieron ellas. Ya no seguí viendo la celebración por haber ganado la competición, ni la entrega de medallas, donde Rubiales utilizó y dispuso del cuerpo de las deportistas como le dio la gana. Incluyendo el beso que le dio a la futbolista Jenni Hermoso (actual jugadora del Pachuca en México).

Los siete días que han pasado desde entonces hasta la suspensión provisional de Luis Rubiales como presidente de la Real Federación Española de Fútbol, nos han mostrado en directo cómo opera el machismo en ámbitos de poder donde hay mucho dinero público y privado a repartir. Y aún viéndolo, hay gente que le compete y que no se posicionó claramente en contra de un abusador, por ejemplo todas esas personas aupando y aplaudiendo la violencia machista verbal que dijo Luis Rubiales en la Asamblea General Extraordinaria de la RFEF.

Este machismo sistémico televisado en el deporte, ha logrado movilizar a la gente y a las instituciones. Al punto de que habrá cambios y reflexiones. Pero estas situaciones suceden día tras día en otros ámbitos profesionales, en otros espacios, sin cámaras y sin toda la sociedad pendiente del siguiente acontecimiento. Entonces quién puede pararlos en la intimidad, donde afecta a mujeres que no son mediáticas como: obreras, migrantes, mujeres racializadas, o de otros colectivos vulnerables que día tras día son abusadas física y verbalmente por el Rubiales de turno. Esas violencias debemos denunciarlas y enfrentarlas en corto, es responsabilidad de todos y todas, del compañero o compañera de trabajo, de las amistades, de la familia, debemos ser una red donde se apoye a la violentada y no ser cómplices del violentador.

No seguiré viendo fútbol televisado, disfrutaré de los momentos en que me coincida pasar y ver el de barrio. Ojalá las deportistas consigan el espacio laboral que quieren, ojalá el resto de mujeres también.

Augusto Metztli.

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