Vais al cielo

Si se pudiera escuchar a Isabel Díaz Ayuso desde la más absoluta ignorancia podría pensarse que tiene más razón que un santo. Empatizaríamos enseguida con ella porque sin duda sabe poner sobre la mesa nuestros problemas, exponer nuestras necesidades como nadie y velar por nuestra integridad. Lo dice así, con esos ojos de Candy Candy, expresión de maniquí y un lenguaje corporal tan rico como el de un muñeco de cera y uno se la cree, qué sincera, qué honrada, qué humilde, porque ella es igual que nosotros y forma parte de la España que madruga y trabaja. Gente de bien.

Ocurre lo mismo con esas personas con las que, irremediablemente, debes relacionarte cada día, y son una pena constante, y una queja tras otra, y un no te imaginas lo que es vivir así, y esto es horrible, y ya no aguanto más, y no puedo con la vida. Por lo visto no sirve de nada tener casa con piscina, coche nuevo cada 4 años, segunda residencia en la costa o en los Pirineos -o en la costa y en los Pirineos-, una familia para exponer en una vitrina, sueldazos, rentas y herencias porque, al fin y al cabo, son más desgraciados que tú. Pero es que te lo dicen así, como Isabel, y te los crees, hasta te dan lástima, porque lo están pasando tan mal.

Vais al cielo y vais llorando.

Fernando Prado.

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