
Desconozco el tiempo que invierte Yolanda Díaz en peluquería, si va una o más veces a la semana o al mes, si tiene contratada una peluquera/peluquero para que la peine cada mañana y la acompañe a todas partes como si fuera una diva del pop, o si se lo hace ella misma mientras se toma un café -o lo que sea que tome-, hojea los periódicos, consulta su agenda y contesta mensajes. Sea como sea, es absolutamente irrelevante.
Alfonso Guerra forma parte del nutrido -aunque cada vez más exiguo- grupo de señores a quienes les tocó hacer política durante la alabada Transición. No sabe dónde está. No se ha enterado aún que la política ha cambiado porque el mundo ha cambiado y las realidades son otras. Sus comentarios machistas sobre Yolanda Díaz son inaceptables. Emitir un juicio sobre su gestión como Vicepresidenta Segunda del Gobierno y Ministra de Trabajo y Economía Social basándose en el tiempo que pierde entre peluquería y peluquería es lamentable. Te puede gustar más o menos Díaz como persona, te puede caer mejor o peor, incluso puedes estar en total desacuerdo con su visión, ideología y quehaceres políticos, pero soltar semejantes burradas te pone en evidencia y hace que te señalen como lo que eres: un señor trasnochado, malhumorado y machista.
Debemos dejar de mirarnos en el espejo que nos dice que somos los más guapos, los más inteligentes, y de alimentar nuestro ego de machos históricamente privilegiados. Si no sabemos ser autocríticos, en todos los sentidos, entonces apartémonos, quitémonos de en medio.
#SeAcabó.
Fernando Prado.
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