
Aquí en la Ría de Arousa, hemos visto muchas veces delfines, cerca, muy cerca o a lo lejos, también nutrias, medusas y peces. Sabemos que en otras zonas incluso hay tiburones pequeños. Y un poco más allá hay orcas.
Se han hecho muy conocidas porque llevan una temporada jugando con los timones de los veleros que navegan en los territorios de ellas. Según leí, sus migraciones van del Mediterráneo hasta llegar al Cantábrico y en zonas específicas de más tráfico humano de embarcaciones pequeñas, es donde comenzaron a fijarse en las partes movibles del barco.
La historia de la orca Gladis y sus compañeras, a ojos humanos como los míos, resulta de justicia poética, al inhabilitar los veleros de ocio entre todas a modo de juego o reto viral según leí. Resulta que una orca cuando caza o pelea, utiliza todo su cuerpo y otros métodos que de emplearlos hundiría y rompería el barco con facilidad, según los expertos. Les llaman la atención los timones y les resulta un reto lúdico moverlos y romperlos, ese «juego» se ha ido pasando de orca en orca al punto de hacerlo en grupo y en muchas partes de su ruta migratoria.
Hace décadas a una orca le pareció divertido ponerse salmones muertos en la cabeza a manera de sombrero y después las otras empezaron a copiarlo.
Ambas historias me divierten mucho y en particular la de los veleros. Me parece un buen recordatorio de que el mar no nos pertenece, aunque esté legislado o haya trozos de él en propiedad, el mar es de ellas, nosotros y nosotras siempre somos los que incordiamos, invadimos, avasallamos, destruimos y saqueamos.
Augusto Metztli.
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