Casi a diario cruzo la Praza España, es un parque con árboles, la mayoría centenarios, frente a la iglesia parroquial del pueblo. En sus jardines crecen plátanos (Platanus hispanica) y algunos castaños de la india (Aesculus hippocastanum) de nueva incorporación. Hace años la reformaron y dejaron una serie de caminos con pequeñas baldosas de piedra, por lo que puedes recorrerla en todas las direcciones sin necesidad de pisar la hierba.

En una de las veces que volvía al estudio y pasaba por ahí, un par de señoras con ochenta años, comentaba que la praza estaba sucia, porque la zona de hierba que es muy amplia, estaba llena de hojas que habían caído de los plátanos. La otra señora respondía que efectivamente no limpiaban bien, porque esas hojas aún estaban ahí.

La importancia de las hojas secas sobre los suelos es de sentido común, pero también hay estudios científicos que lo «avalan y lo explican» mejor: Son el santuario (casa, medio y comida) de muchos insectos importantes para el ecosistema, ya sea porque alimentan a otros animales o porque su trabajo bajo tierra nutre los suelos. El colchón que hacen las hojas secas, retienen la humedad. Su descomposición favorece la formación de humus, pero además hay un tipo de bacteria que al procesar la materia orgánica de las hojas, ayuda a que se formen las gotas del agua que lloverá. La jardinería regenerativa debería ser una constante en las zonas verdes de las ciudades.

El enunciado «Las hojas de los árboles al caer ensucian el suelo», es parte de la perorata que nos han metido en la cabeza y que nos ha llevado hasta el desastre ecológico de ahora. Cambiar el paradigma con el que nos educaron, es un proceso largo y complejo.

Como era de esperar, más tarde barrieron las hojas secas.

Ilustración: Marthazul «Caminando sobre las hojas de taxodios (Taxodium distichum) en el parque da Coca» (Vilagarcía).

Texto Augusto Metztli

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