Qué pasada lo de Milei ¿no? Flipo. No sé, es que no lo entiendo muy bien. He visto cuatro cosas en Twitter -¡X, ahora es X!- y me he acojonado. Está mal de la chaveta. Todas esas escenas con la motosierra, las salidas de tono en radio y televisión. A ver, que es el presidente de un país. Aunque bueno, su programa económico no está nada mal. Y no me vengas ahora con alegaciones. Que si Margaret Tatcher o los Chicago Boys. No me mires así, es verdad. El Estado es un monstruo que ha crecido de manera descontrolada. Hay que recuperar las riendas de la economía. Se acabó la fiesta, carajo. ¿Pero quiénes se han creído los zurdos? ¿Qué se han pensado, los putos? Se acabó el estado del bienestar, se acabaron los subsidios, las paguitas, los mantenidos. Está bueno, ya. Que sí, que el tipo dice que habla con su perro muerto a través de una médium. Es un poco excéntrico eso. Pero mira cómo estamos aquí con los comunistas. El país se va a la mierda y no hacemos nada. Entonces, cuando al fin se consigue un gobierno de gente seria, decidida a trabajar por el bien común, enseguida se le pone etiquetas: capitalismo caníbal, ortodoxia ultraliberal, derecha demente. Cuánto nos cuesta el sacrificio. Es una trampa, gritan algunos. La trampa es creer que se puede vivir mejor sin esforzarnos, sin partirnos el lomo, sin sufrimiento. Hay que trabajar, coño. Mano dura es lo que hace falta. Aquí nos hemos vuelto muy flojos. Que si la empatía, la tolerancia, la democracia; ese buenismo pazguato que no lleva a ninguna parte. En fin. La patria, la libertad. Eso es lo importante, lo que hay que defender a toda costa. Nuestra identidad. No existen las soluciones intermedias. Somos superiores, vocifera el tío, y es un escándalo. Lo que pasa es que cuando alguien dice las cosas sin pelos en la lengua, sin filtros, se le considera un poco loco. Se ha cargado una pila de ministerios, ha devaluado el peso más de un 50%. “No hay alternativa al ajuste ni al shock”, eso puede sonar cruel. Pero mira, ha sido ganar las elecciones y subir la bolsa. Tan malo no será.

Fernando Prado.

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