Feliz 2024

Estos son días de listas. Los discos que deberías escuchar, los mejores libros, 10 recetas para triunfar estas fiestas, 8 vinos por debajo de veinte euros con los que quedar bien, los destinos que visitar en 2024. Podrías estar así hasta mañana, nombrando listas y más listas que no sirven para nada más que para aumentar tu ansiedad. Es revisar algunas de ellas y llegar a la conclusión de que no has leído lo suficiente, de que no te gusta ninguno de los discos recomendados, de que no vas a cocinar ninguna de esas recetas fantásticas ni a beberte un vino de 18 euros. Por si fuera poco, tododios se esfuerza en recordarte cómo ha sido tu año de mierda, las películas y series que has visto, la música que has escuchado, los viajes que no has hecho.

Es igual, te dices, no importa. Pero de repente estás abatidísimo, porque todos los que te rodean parecen vivir en una ficción de la que estás excluido. Y no entiendes un carajo. Te preguntas, rabioso, cómo es posible que el mundo continúe con esta deriva consumista, con esta dinámica embrutecedora, viviendo a un ritmo frenético, inyectándose directamente en vena el veneno de la hipocresía. Además, no te ha tocado la lotería, aún no has probado el turrón, no vas a tener regalos y hace meses que no follas. De la salud mejor no hablar. Oye, que hay un montón de peña que está peor. Mal de muchos, consuelo de tontos. No te quejes, que tienes trabajo, escuchas constantemente. Te explota tu jefe, te explota el sistema, tú mismo te auto explotas porque siempre necesitas más. No te olvides de tomarte la pastilla para dormir, que es importante descansar.

La sequía, las lluvias torrenciales, los incendios, la contaminación atmosférica, los microplásticos, el mercurio en el pescado, el mycoplasma, el aumento del nivel del mar, el flipado que se lía a tiros en una facultad. Ahora todo parece querer matarte. Es insoportable.

Mientras te atragantas con las uvas, flipas con el vestido de la Pedroche, las luces del árbol parpadean, abrazas y besas a tu madre, a tu suegro, a tu hija, lloras sin saber muy bien por qué al ver la banderita colgada del balcón, explotan los fuegos artificiales y te mimetizas con el delirio colectivo, piensa en los niños desmembrados de Gaza, en los chavales que están cagados de frío en una trinchera en Ucrania, en los trabajadores de las minas de coltán, en los que flotan hacinados en una patera en el mismo mar que ves desde la ventana, en todos los parias y desgraciados que nunca dejarán de ser carroña y combustible para que tu mundo siga girando alrededor del sol.

Feliz año.

Fernando Prado.

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