El playmobil del último Mohicano

Mi tía Gloria me cuidaba como si fuera mi hermana mayor, solía llevarme con sus colegas a sus excursiones y paseos, a comer helados en Bing, rentar películas en el Videocentro y verlas en el estudio de casa, o pedir pizzas en Dominos y, por su puesto, ir al cine. Supongo que eran vacaciones porque estaba uno de mis primos en casa. Nos llevó a los cines gemelos de Plaza del Sol. Habían dos opciones para ver: «Dónde quedó la bolita» del grupo de moda «Garibaldi» y la otra era «El último Mohicano». Mi primo Gustavo y yo lo teníamos claro, «Dónde quedó la bolita»; mi tía nos miró con cara de susto y nos dijo que «claro que no», era una «churro película» y no quería contribuir viéndola.

Entramos con pocas ganas a la sala de «El último Mohicano», pero el hecho de estar en el cine ya resulta mágico y con palomitas, dulces y refresco mucho más. La primera escena sucede en los bosques del norte de USA frontera con Canadá. Nathaniel, Uncas y Chingachgook persiguen a un venado mientras se escucha una música épica maravillosa, lo cazan y frente a su cadáver le rinden honores y le agradecen ser alimento. La vi con todos mis sentidos, desde entonces es de mis películas favoritas. Soñé muchas veces con ella.

Quería recrear la historia una y otra vez con mis playmobil, pero mis figuras no se ajustaban a los personajes, así que los rehíce, utilicé todos los accesorios que tenía y me inventé otros, con un pequeño trozo de tela gris, más cinta adhesiva y la pluma de un sombrero de otra figura, hice a mi propio «Nathaniel» (que en la película interpreta Daniel Day-Lewis) el hijo adoptivo de Chingachgook.

Jugué muchísimo a indios que se revelaban al sistema inglés, que luchaban por sus tierras y antepasados. Poco a poco fui dejando mis juguetes, los fui olvidando. Pero «Nathaniel» y alguno más, siempre los tenía a mano, para ir a ellos y a las historias que hicimos juntos.

Este año playmobil cumple 50 años de existir, a mí esos juguetes me dieron todo lo que buscaba y necesitaba siendo niño, los momentos que guardo con más cariño sucedieron con los playmobil regados por el suelo y yo haciendo voces y sonidos varios de las historias que contaba con ellos.

En todas las mudanzas, maletas y cambios de casa, ciudad y país, esa pequeña figura ha venido conmigo. Ahora después de casi treinta años está despintada, le falta un trozo de su pie y tiene un poco de polvo, cuando lo sostengo, veo a «Nathaniel», al último Mohicano y a mi mano de cuando era niño.

Augusto Metztli.

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