
Nuestras decisiones y hábitos modelan las ciudades, pequeños actos colectivos acaban por definir el espacio que habitaremos. Hace casi 16 años cuando llegué aquí, me sorprendió la falta de transporte público dentro de los pueblos, las conexiones con los aledaños y entre ciudades. Es complicado moverse sin tener y sin usar automóvil. Hay que organizarse según los pocos horarios y frecuencias que hay disponibles en trenes y buses.
Con el tiempo he sacado mis conclusiones sobre este tema: No hay transporte público porque la gente no luchó por ese modelo, aceptó y promovió el paradigma de moverse de la peor manera, en coche. Aún utilizan diesel como combustible, la opción más contaminante que hay.
Hay una especie de orgullo social que incita a que las juventudes saquen el carné de conducir, es una noticia que se debe difundir a voces y que llena de felicidad los hogares. Y de no hacerlo es como una deshonra, el hecho de no tenerlo te sume en la ignominia de ser peatón, o peor aún, de ser un usuario del escaso transporte público.
Esta dinámica ha inclinado la balanza en favor de los automóviles, por lo que hay vialidades y más vialidades, libramientos, autopistas, carreteras rápidas, y por eso ensanchan caminos, asfaltan todo y, por consecuencia, las rutas de buses son anecdóticas, con tramos horarios muy espaciados. Y tienen razón, porque tampoco hay gente que los utilice, para qué hacer más frecuencias.
He estado tentado a sacar el permiso de conducir, pero a los cinco minutos se me quitan las ganas. Además es muy caro, otra cosa que no entiendo, si es algo que me obliga el gobierno a tener para utilizar una máquina con ruedas, por qué debo pagar tanto por ello, debería estar municipalizada la enseñanza.
Alguna vez una persona me insistió ante mi negativa a sacarlo, con el argumentario de: Tener coche y saber conducir te permite moverte libremente por y a donde quieras, de lo contrario estás muy limitado. Le respondí que no era cierto, que no me llevaba libremente a donde yo quisiera, por ejemplo, ir a México, ese viaje un automóvil no me lo resuelve, no me lleva. Esa supuesta libertad es una quimera.
Hay casas familiares donde cada miembro tiene un coche, por lo que hay cuatro vehículos para estacionar. Gente que para desplazarse un kilómetro lo hace en coche. Una de las soluciones que las ciudades han tomado, y en parte porque la UE exige zonas de bajas emisiones, es peatonalizar los centros urbanos o los cascos antiguos.
En Vilagarcía de Arousa vivimos 37,689 personas, y hay 26,000 coches. Y ninguno de ellos ahora mismo es capaz de llevarme a México. Pero el tren a Vigo, el taxi al aeropuerto, el avión a Madrid y de ahí a Ciudad a México, sí.
Augusto Metztli.
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