
Hace unos días, los habitantes de Barcelona -unas 2800 personas, según la policía- se manifestaron en contra del turismo masivo. Algunos manifestantes con pistolas de agua dispararon a los comensales en terrazas al aire libre. Quizás no sea la manera más efectiva, pero al menos es mediática. En cualquier caso, a mí me resulta incoherente, hipócrita. Me cuesta mucho creer que ninguna de las personas que apretaba el gatillo y gritaban “turists go home” no se haya ido de escapada de fin de semana a cualquiera de los destinos de moda, no haya celebrado la luna de miel en el Caribe o en las Islas Canarias, no haya hecho un viaje de fin de curso o una despedida de soltero, no se haya embarcado en un crucero por el Mediterráneo.
Está claro que el modelo turístico actual es insostenible, en especial en las grandes ciudades. El incremento del precio de la vivienda y las dificultades para acceder a ella, el hacinamiento, la gentrificación, etc., son razones de peso como para plantearse un cambio que tenga en cuenta la mejora de la calidad de vida de los vecinos, o al menos, que ponga freno a su deterioro.
Disparar agua a los turistas, tirar sopa de tomate a un cuadro en un museo o pintar con spray un megayate sólo sirve -me temo- para dar más visibilidad a una protesta y sumar likes.
Fernando Prado.
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