
La aparición de Carles Puigdemont en Barcelona el pasado 08 de agosto fue intrascendente. Arropado por unas 3.500 personas ataviadas con banderas, caretas, camisetas y toda la parafernalia de rigor, consiguió recorrer las calles adyacentes al Arc de Triomf, donde le esperaba un pequeño escenario blanco sobre el que pronunció un breve discurso soporífero y repetido hasta el embrutecimiento a lo largo de los últimos 7 años.
Había una enorme expectación por su inminente detención. El operativo que habían ideado los Mossos D´Esquadra acabó sirviendo para nada y el pajarito se las arregló para darse a la fuga una vez más. Tras este ridículo histórico, es de esperar que habrá una investigación para esclarecer qué ha fallado.
Y decía que fue intrascendente el dichoso retorno del “molt honorable” porque el pleno del Parlament se celebró prácticamente con normalidad -Puigdemont no cumplió su promesa de asistir- y al final del día Salvador Illa fue investido President de la Generalitat.
Aunque algunos piensen lo contrario, y a pesar del empeño inane de convertirlo en icono pop, Puigdemont es, a día de hoy, un personaje irrelevante. Creo que ha quedado bastante claro que el procesismo ha llegado a su fin. Es un traje sin cuerpo que lo vista.
Fernando Prado.
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