Come mascotas

Dice Trump que los inmigrantes se comen tus mascotas. Eso suena un poco al cuento del coco, al del hombre del saco que viene y te lleva si te portas mal, al del diablo que aparece a los pies de tu cama si no rezas. Me pregunto qué harían países como Estados Unidos, Francia o España sin inmigrantes. La fruta que te comes con las manos pringosas, el paquete de Amazon que recibes un domingo a las 3 de la tarde, la cama perfectamente hecha de la habitación del hotel, el gin tonic que te tomas mirando al mar lleno de cadáveres, la conexión a internet de alta velocidad; todo eso se lo debes al trabajo casi siempre precario de personas migrantes. 

Si algo ha demostrado el ser humano es que, en situaciones extremas, desarrolla comportamientos extremos. En ocasiones, cuando la necesidad es acuciante y la humillación ha superado lo soportable, se pueden rebasar las fronteras que definen lo ético y lo moral, los estándares de decencia y los códigos cívicos. Que no les quepa duda -ni a Trump ni a los propagadores de discursos que criminalizan a los migrantes y abogan por tensar cada vez más las cadenas de la esclavitud ultraliberal- que, si fuera estrictamente necesario, nos comeremos a sus mascotas.

Fernando Prado.

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