
Green Border, de Agniezka Holland, es una de esas películas que hay que ver sin parpadear. La historia, basada en hechos reales, transcurre en la llamada “frontera verde” entre Bielorrusia y Polonia y denuncia la brutalidad a la que se ven expuestos los refugiados provenientes de Afganistán, Siria o África. Es un film incómodo, desgarrador, del que se quiere escapar; un retrato de la sociedad europea que sirve de espejo en el que mirarnos para ver la violencia, la crueldad, la indiferencia, la ignorancia, pero también, allá en el fondo, la esperanza.
Fernando Prado.
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