
A veces no sé qué decir, o no encuentro la manera de expresarme. Esos días lo que quiero es vaciar mi cabeza y meter todo su contenido -sin excepciones- en una licuadora, encender el motor a su máxima potencia y beberme la papilla resultante. No tiene ningún sentido, como tampoco lo tiene la contemporaneidad de los sucesos que se agolpan en una hemeroteca siniestra, digital, eso sí, una nube impalpable -nube al fin- que disipo deslizando el dedo sobre la pantalla.
Quizás es que me he acostumbrado a las palabras sordas y a los oídos necios. O tal vez sea yo el necio y el sordo.
Fernando Prado.
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