Sillón

Hace unos días un dron entraba por una ventana de un edificio en ruinas en el sur de Gaza y grababa a un hombre herido sentado en un sillón con el rostro cubierto y sujetando un palo que acabó lanzando al aparato. Estas imágenes, que posteriormente fueron difundidas por el ejército de Israel, tienen algo de irreal; parecen sacadas de una película de acción cutre de soldaditos dopados de esteroides y machotes que defienden a toda costa que la verdad -la suya- sólo tiene un camino, que sólo hay una manera -la suya- de hacer las cosas bien, y que están dispuestos a cualquier cosa con tal de preservar la libertad -la suya-, la justicia -la suya- y los valores humanos -los suyos-.    

Uno de los ejércitos mejor preparados -para cometer un genocidio, ya lo estamos viendo- mataba, sin saberlo, a Yahia Sinwar, líder de Hamás. Su identidad fue confirmada posteriormente mediante registros dentales, huellas y pruebas de ADN. 

Tal vez Netanyahu y sus cómplices piensen que la difusión del vídeo de Sinwar antes de ser asesinado debería bastar para justificar todas las atrocidades del último año, pero, intencionadamente o no, acaban de convertirlo en un héroe, un personaje ahora legendario que combatió hasta el último aliento. La escena, eso sí, es poderosa porque muestra lo que llevan haciendo los palestinos durante años: sentarse a esperar la muerte ante la mirada indiferente del mundo.

Fernando Prado.

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