Tendedero

“Voy a quitarlo, y que se lleva la sorpresa cuando llegue a casa de que no tenemos la ropa tendida en medio de la cocina”. Es un gesto hermoso, sin duda, la cumbre del romanticismo retro, el culmen del amor y el sacrificio. El tipo en cuestión es un hombre moderno de pies a cabeza, buen esposo, con el cielo ganado, que se exhibe en la vitrina del prime time televisivo y gañán, un modelito de la masculinidad sensible y condescendiente, de esos que regalan juegos de ollas y utensilios de cocina para hacerles a ellas la vida más fácil. 

El tendedero convertido en objeto fetiche de la pasión involutiva.

Fernando Prado.

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