
El año no empieza hasta el 7 de enero. Y despacito, que venimos de un mes de celebraciones. Ya sé que muchos defienden hasta con los dientes las navidades porque son fundamentales para la economía y por lo de los niños, la inocencia y la ilusión. Los creyentes, además, revisten estas fechas con un pringoso barniz trascendental y místico porque dios nació en el portal de Belén, blanquito y hasta de ojos azules, como se veía en algunas láminas y cuadros que colgaban de las paredes del cole donde estudié de niño -la globalización también era replicar hasta el infinito el mismo colegio de curas y monjas en todos los rincones del planeta para difundir la obra de dios y esparcir, entre otras cosas, las semillas de la fe-.
Pero esto no para. Es posible que ya estés pensando en los carnavales, la Semana Santa, el próximo puente, las escapadas de fin de semana, las vacaciones de verano. Para ponértelo más fácil existen miles de revistas de viajes, suplementos de periódicos, webs, blogs, instagramers e influencers que trabajan sin descanso para informarte de cuáles son los destinos de moda, hacerte todo tipo de sugerencias para que optimices tu viaje al máximo, darte consejos para que no te timen, etc. Eso sí, es importante que hagas un “turismo sostenible”, ese término tan de moda ahora que todo es green, eco, bio, slow, zen, holístico, natural.
Acuérdate de posar para lo foto en el paraíso -ese al que sólo tú llegas, como hacían los auténticos pioneros-con el cabello al viento.
Fernando Prado.
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