Velas y pan

En México, sobre todo en las tormentas de verano, era común quedarse sin luz un momento, otras veces unas horas y en ocasiones había que esperar al día siguiente a que volviera. Nuestra dependencia con la electricidad no era tanta. La cocina y el agua se calentaban con gas, el teléfono era analógico y el reloj y la radio muchas veces también funcionaban con pilas. En cuanto sucedía el apagón ya sabíamos la rutina, buscábamos las botellas de cristal de refresco (porque entonces eran retornables), sacábamos las velas, las colocábamos en las botellas, las encendíamos y repartíamos por todo el departamento o la casa.

Me sorprendió nuevamente cómo la gente reaccionó a un apagón de entre 3, 6, 12 y 24 horas según la zona en que vivieras de España. Aquí fueron como 15 horas. Nosotrxs estábamos en Pontevedra, de camino al tren pasamos por pan como siempre que hacemos ese recorrido, eran como la una y media de la tarde. La fila era enorme, nunca habíamos visto tanta gente en esa panadería a esa hora. Hice el amago de formarme, pero vimos que casi no había pan, así que seguimos adelante, la siguiente panadería estaba igual. La ciudad ya empezaba a sentirse cargada, porque los semáforos no funcionaban, entonces todos los coches iban más lentos. Sabía que era un apagón masivo porque me iba informando en telegram, en el canal de un periodista.

Los operarios de Renfe no estaban muy comunicativos, sus respuestas eran no a todo, incluyendo la posibilidad de poner autobuses. Así que cruzamos la calle a la estación de buses y nos subimos al que nos llevaría a Vilagarcía y seguimos nuestro camino. En la radio de abordo pudimos escuchar toda la historia de lo qué pasó y el tiempo que duraría. Más de una hora después, estábamos en casa. Comimos y cenamos tostadas (mexicanas) con verdura, ensalada y cosas frescas. Nos iluminamos con velas y por la noche vimos las estrellas. Me hubiera gustado tomarme un café, pero todo lo que tenemos es eléctrico.

A las tres o cuatro de la madrugada volvió la luz, supimos que la gente fue a comprar todo lo que pudo en los supermercados que funcionaban con energía de generadores, y se acabaron el papel de baño, las latas, el agua y las pilas. Hicieron compras de pánico por 15 horas sin energía eléctrica.

Hubo gente que sí lo pasó mal de verdad, que quedaron atrapados en los ascensores, en los garajes subterráneos, en túneles del tren, que se quedaron sin agua o que sus equipos de oxígeno, u otros aparatos que les mantiene con vida, dejaron de funcionar. Y también hubo quién ayudó a otras personas, como a gente con movilidad reducida, subiéndoles las bolsas, llevándoles comida o directamente cargándolas para llevarlas a su piso.

Fue un día raro, oscuro y con las estrellas brillando como hace tiempo no las veía. Las velas que usamos, las apagamos y guardamos para otra ocasión.

Augusto Metztli.

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