Premios

Este año el Premio Nobel de la Paz fue otorgado a María Corina Machado por ser “una valiente y comprometida defensora de la paz”. En mi opinión, es necesario abrir el objetivo con el fin de tener una panorámica más amplia y real. La galardonada -he aquí algunos matices- ha pedido la insurrección de las fuerzas armadas; se ha mostrado a favor de una intervención militar, aunque no una invasión -como en las pelis, supongo, llega un comando en un helicóptero y matan al malo-; ha participado recientemente en la cumbre Europa Viva, organizada por el grupo de extrema derecha Patriots for Europe -Abascal, Le Pen, Orban, Meloni, etc.-; y ha dedicado el premio a Donald Trump. Afirma que en Venezuela se ha producido “el saqueo más grande de la historia de la humanidad”, banaliza -un poco al estilo de Junts y el procesismo catalán- el concepto de presos políticos -“los empleados públicos, los militares y los policías se sienten y son presos políticos”- y de exilio -”hay nueve millones de exiliados venezolanos por todo el mundo-.

Los premios, en general, no sirven para nada más que para generar titulares efímeros y discursos de agradecimiento soporíferos, y también para que los rostros de las personas premiadas circulen por las redes y vayamos corriendo a las librerías a comprar uno de sus libros, nos preguntemos qué es la tolerancia inmune periférica, para qué sirven las estructuras metalorgánicas o cómo la cuantificación de la energía en un circuito eléctrico nos ayudará a llenar la nevera. Sin embargo, detrás del Nobel de la Paz siempre hay intenciones políticas. Espero que el galardón no perjudique aun más a los venezolanos.

Fernando Prado.

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