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Menos es más, dicen los minimalistas. El concepto es el concepto. Ya. Pero es que para cada norma hay una excepción, en ocasiones más de una. A mí me parece bien que te forres, que absorbas la dignidad del grueso de la población como lo hace un vampiro, quiero decir, chúpame la sangre si te apetece, pero déjame vivir, cabrón, porque si me vas a tener así, si vas a convertirme en un zombi, lo mejor -y entiendo lo de la simbiosis- es que me mates de una puta vez, porque esto no es vida. Vamos a llevarnos bien. Me la sudan las casas, los chateaus, las putas eslavas tomando el sol en el yate de 100 metros de eslora, el rolls, el reloj fabricado a medida con aleación espacial y titanio y diamantes y demás minerales preciosos, no son más que piedras, huevón, y no valen una mierda, lo que vale es mi sangre, y mi sudor, lo que vale, más que nada en este erial putrefacto, es levantarse y poder sonreír, y que no te duela nada, lo que vale es dormir, que no te quite el sueño la nevera vacía, la cuenta en números rojos a mediados de mes, mirar unos ojos y derramarte en lugar de salir corriendo porque estás tieso, y el amor, llámalo como quieras, no sobrevive por obra y gracia del espíritu santo, ese fantasma que se parece tanto a ti, lo que vale, pendejo, es que no me consuma el impulso, cada vez más irreprimible, de liarla, de prenderle fuego a todo aunque sea yo el primero en arder, y a la mierda los daños colaterales, y las estadísticas, y el prime time, y la economía, y el mercado, que se regula solo y tal, pero es que me cago en tus muertos, qué vas a hacer cuando no queden cuerpos a los que sorber los fluidos, qué harás cuando todo sea un desierto, o un páramo yermo, mirarás al espacio, ya lo haces, es el vacío, el lugar al que perteneces, basta con un pequeño impulso para emprender un viaje sin retorno, infinito, fatal. Qué frío, ¿no? Es el frío que cala mis huesos, que habita en mí, insoportable, que consume este cuerpo disminuido, dolido, y sin embargo, soberbio, orgulloso, ávido de la vida prometida -una mentira como cualquier otra-, erguido a pesar de todo, y dispuesto a lo necesario. Yo no quiero acumular objetos inservibles, experiencias inútiles, promesas vacías, sueños húmedos, yo quiero -¡necesito!- respirar, porque la vida, resumiendo drásticamente, sólo consiste en eso, en respirar, puro instinto, después las flores marchitas y la memoria líquida. No hay más. Y entonces de qué te habrán servido la ambición y las ansias y el apetito insaciable de psicópata con una pila de complejos sin resolver. De nada. Eso es lo que eres. Nada. Un agujero negro que se lo traga todo.

Fernando Prado.

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