
Existe el tópico de que no se necesita casi nada para ser feliz. Siempre ha existido, de hecho, y ha sido repetido generación tras generación por individuos a los que les sobra de todo. Finalmente, este tópico se ha convertido en eslogan y hoy lo escuchamos de neo gurús que se publicitan en el Insta, lo leemos en tazas con dibujitos guays, lo interiorizamos en el probador de una tienda de ropa o lo escupimos como mantra mientras compramos los billetes para irnos de vacaciones al paraíso de moda.
Isabel Díaz Ayuso, de visita en Perú, reivindica la Hispanidad -es decir, la manera chachi de edulcorar el colonialismo- como un fenómeno que une a la gente con “una forma alegre, mestiza, brava de ver la vida”. “En este lugar -suelta, cada palabra flotando en el aire como una burbuja de jabón- hay población que está sumida en la pobreza y, sin embargo, es alegre”. Por lo visto, Ayuso tuvo que irse al otro lado del Atlántico para descubrir que la pobreza existe. Así es como conoce la comunidad que gobierna.
En efecto, vivir en chabolas levantadas con cuatro tablas en los márgenes de las ciudades, sin servicios, sin alcantarillado, en condiciones insalubres y trabajar cien horas a la semana para poder llevarse algo a la boca es la clave para estar alegres. Y felices. No nos olvidemos de la felicidad. Porque la felicidad está al alcance de cualquiera.
Fernando Prado.
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