Musk

Cuando uno observa a Elon Musk enseguida se da cuenta de que es una persona de movimientos torpes, que su expresión corporal carece de fluidez y que los gestos que se dibujan en su rostro son a veces confusos. Asiste uno al angustioso espectáculo de un ser humano que podría desarmarse en cualquier momento y cuyos trozos quedarían regados por el suelo como piezas de lego.

Lo que hizo Musk en un estadio abarrotado por una masa eufórica de ciudadanos no fue algo parecido al saludo nazi, fue un seig heil -en realidad fueron dos- rotundo, exultante e inconfundible.

Ya no vale eso de “a mi no me interesa la política” o “yo no voto porque todos los políticos son iguales” porque esas excusas solo sirven para allanarles el terreno. Debemos ser contundentes, posicionarnos, tomar partido, ponernos serios o el día menos pensado -podría ser hoy mismo, de hecho- nos estaremos haciendo la estúpida pregunta de “¿cómo hemos llegado hasta aquí?”.

Fernando Prado.

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