
A veces la realidad es insoportable y el ruido que producimos mientras nos matamos se vuelve ensordecedor. Por más que algunos se empeñen en hacernos la vida imposible y hundir nuestras cabezas en el lodo, por más que se afanen en arrancarnos todo vestigio de dignidad que pueda quedar oculto en nuestras entrañas o adherido a nuestros huesos, cada año regresan las golondrinas, explotan las mimosas, florecen los almendros, se dispersan las esporas, canta el mirlo y yo solo quiero -y necesito- parar, sentarme de espaldas al mundo y contemplar cómo la vida continúa su curso ajena -eso me gusta pensar- a nuestras miserias.
Fernando Prado.
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