Según los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística (INE) el 33,4% de los españoles no puede permitirse ir de vacaciones al menos una semana al año. Hay quien dice que los datos no son valores opinables. Discrepo. Cuando los datos revelan realidades como esta no solo deben generar opiniones, sino también reacciones. Para un tercio de la población de un país desarrollado de la Unión Europea -ese oasis- descansar una semana es un lujo inalcanzable, y eso debería hacernos reflexionar, porque pese a las cifras históricas de empleo y el aumento significativo del salario mínimo en los últimos años la realidad no es nada alentadora.

Si, además, tenemos en cuenta que este porcentaje de españoles habita en viviendas mal aisladas y, en consecuencia, se ven obligadas a soportar temperaturas de hasta 40 grados en el interior de sus casas -con todos los riesgos para la salud que esto supone, la repercusión en el descanso, la dificultad para dormir, el aumento del mal humor, la irascibilidad, etc-, que tienen trabajos en muchas ocasiones físicos y al aire libre, que no siempre pueden optar por acudir a la piscina municipal -en caso de haberla- o a la playa -si está cerca- para refrescarse, que no les alcanza el dinero para llevar una dieta rica en frutas y verduras frescas, no hay que echarle mucha imaginación para darse cuenta de que así el verano es un infierno -también el invierno, obviamente-.

Es imprescindible que los salarios sigan aumentando y que se continúe trabajando para mejorar las condiciones laborales de los ciudadanos. Es una cuestión de empatía, de respeto y de dignidad.

Fernando Prado.

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