La playa

Un domingo de agosto. Una playa abarrotada un día de calor asfixiante. Una embarcación se aproxima y las personas que en ella “viajan” saltan al mar, llegan a la orilla y corren por la arena caliente esquivando a los bañistas ojipláticos. De la multitud emergen varios imbéciles que se lían a perseguir a los migrantes asustados, consiguen retener a unos cuantos por la fuerza y el vergonzoso espectáculo acaba con la detención de nueve de ellos -migrantes, por supuesto-.

Brotan por doquier patriotitas convencidos de que su deber es actuar contra una invasión organizada y entonces salen de cacería en Torre Pacheco, detienen migrantes en la playa Castell de Ferro o impiden el rezo colectivo de los musulmanes en Jumilla. Para esta gentuza que enarbola banderitas y que defiende a viva voz un concepto -peligroso- de España que está en peligro, una idiosincrasia y unas tradiciones que supuestamente nos están siendo arrebatadas por las hordas invasoras, es obvio que hay seres humanos de primera, de segunda y de tercera. Son carnaza de la propaganda ultra. Reaccionarios, desmemoriados e idiotas.

Fernando Prado.

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