«¿Qué meterías en una bolsa de papel?» En un principio la pregunta me desconcertó, para qué querría meter algo en una bolsa de papel. Entonces se añadieron algunos matices: “imagina que, en el clímax de la debacle, debes elegir una sola cosa con el fin de salvarla, un objeto que atestigüe tu existencia a las próximas generaciones y que al mismo tiempo les sea útil para comprender quién fuiste, cómo te relacionaste con los demás y con el entorno, a qué te dedicaste, qué te apasionó, cuánto amaste. Podrás añadir, si lo estimas necesario, un breve mensaje escrito a mano -máximo 23 palabras-. Finalmente, la bolsa será introducida en una caja estanca para preservar el contenido en óptimas condiciones”.

Después de pensarlo durante unos segundos eternos me invadió una angustiante tristeza. No hallar respuesta me pareció terrible. ¿De verdad no tengo nada que legar a las civilizaciones del futuro?

El concepto de “legar” me resulta tremendamente egocentrista. Tiendo cada vez más a intentar reducir el impacto que produce mi existencia, a pisar de manera más consciente, a pasar desapercibido, a hacer el mínimo ruido posible, a observar sin ser visto. ¿Qué nos hace pensar que somos necesarios e importantes, y más aún, que lo seremos dentro de 50, 100 o 200 años?

Pensándolo mejor, tal vez metería un lápiz en la dichosa bolsa. Un objeto común cuyo uso está en declive. Un cilindro de madera relleno de grafito. Una herramienta para la expresión y la comunicación.

Fernando Prado.

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