
Ya son cuatro las embarcaciones destruidas por el ejército de Estados Unidos en aguas internacionales, cerca de Venezuela. En total, 21 personas han muerto en el “conflicto armado” con los cárteles latinoamericanos. Ejecuciones sumarias, sin pruebas, sin juicio. Pete Hegseth -el secretario de Defensa que anunció hace unos días a los altos mandos, reunidos en una escenografía así como muy nazi, la implantación de una nueva agenda para desterrar del ejército las iniciativas de diversidad y el pensamiento woke– ha asegurado que los ataques continuarán.
El ministro de Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino López, ha denunciado la detección de cinco “vectores” -aviones de combate norteamericanos- cerca del espacio aéreo venezolano. La tensión aumenta, y con ella, la paranoia. Nicolás Maduro ha reiterado que responderá con contundencia a cualquier intervención estadounidense y dice contar -además del ejército- con 4,5 millones de milicianos que están siendo adiestrados desde septiembre y con una multitud de civiles simpatizantes del chavismo.
A nadie se le escapa que la verdadera intención de EEUU es propiciar un cambio de régimen. Esto va, como siempre, de vergas y vectores.
Fernando Prado.
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