
María Corina llegó a Oslo el pasado jueves, después de vivir durante meses en la clandestinidad. Exultante, pletórica, vestida de blanco y visiblemente emocionada habló, con los ojos así de grandes, de democracia, de libertad, de familia, de tierra mientras sonreía como una miss.
Su discurso fue el de siempre, solo que esta vez un poco más moderado -la ocasión, el lugar-. El tono empleado fue en todo momento neutral, comedido. Es de agradecer. Hubo un exceso de sensiblería, eso sí, de ingenuidad, con lo cual consiguió que su interpretación pareciera sobreactuada.
Machado se presenta como garante de la democracia, de la paz, de la justicia. Nos dice que convertirá a Venezuela en una potencia energética, tecnológica y no duda de que el país será un ejemplo para el mundo. Augura el regreso de los millones de venezolanos que se han ido al “exilio” durante los últimos años -las madres volverán a abrazar a sus hijos-.
Teniendo en cuenta la trayectoria de Machado -y de la oposición venezolana-, la soberbia y la torpeza de Maduro, el despliegue militar de EEUU en el Caribe, las declaraciones de Trump y los hechos es muy posible que el desenlace de esta historia sea trágico. Ojalá todas las partes implicadas -e interesadas- opten por el sentido común al que tanto apela María Corina.
Fernando Prado.
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