El monte Gurugú sirve de refugio a los cientos de inmigrantes que intentan cruzar la valla de Melilla para cumplir un sueño: quedarse en Europa y conseguir una vida digna. A pesar de vivir (si a eso se le puede llamar vivir) en pésimas condiciones, de ser golpeados con brutalidad y maltratados por la policía marroquí (que organiza redadas) y por la Guardia Civil española (si consiguen saltar la valla), de no tener dinero, de haber perdido en muchos casos el contacto con sus familias desde hace meses o años, milagrosamente mantienen vivo el sueño. España, Marruecos y la Unión Europea dan la espalda a éste drama.
Fernando Prado