
Llega esa época del año en que la vida brota por todas partes. Florecen los almendros y las mimosas se encienden, las golondrinas y los murciélagos comparten el cielo al atardecer, asoman las lagartijas y zumban los abejorros. A medida que los días se alargan y el polen se esparce, nosotros nos desprendemos de las pesadas prendas de abrigo y respiramos de otra manera. Salimos a la calle más ligeros y caminamos bajo el sol como si tuviéramos un cuerpo nuevo de pálidas extremidades. Convendría, al menos de vez en cuando, desprendernos de la cabeza como si fuese una pieza de ropa más, depositarla en el suelo, abandonarla a nuestros pies y salir corriendo. Ser, aunque fuese por momentos, sólo cuerpos.
Fernando Prado.
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