Debía tener ocho o nueve años cuando mi tía Gloria, llegó a casa con una caja llena de libros, me regaló una colección de diversos títulos de «literatura infantil y juvenil». Algunos los disfruté mucho como «Las aventuras de Tom Sawyer», u otros que me llamaban la atención como «Corazón diario de un niño», «El Libro de la Selva», «La historia interminable» y el que fue y sigue siendo uno de los más especiales para mí: «Momo» de Michael Ende.

Él es uno de los autores favoritos de mi tía Paty, ella se ha leído varios libros más como «El Ponche de los Deseos» o el «El espejo en el espejo. Un laberinto», alguna vez hablamos de eso y me los recomendó, fue en época de la FIL en la ciudad de Guadalajara, hace años.

He leído muchas veces Momo, y me están dando unas ganas enormes de hacerlo de nuevo. Hace 52 años que se escribió, y después de medio siglo es tan actual que se pudo publicar ayer, es curioso, un libro que habla del tiempo y es atemporal.

Dos de las cosas que más aprecio de las relaciones entre personas y con el mundo, las aprendí y sigo aprendiendo gracias a ese libro, una es, hacer todo lo posible por escuchar de manera atenta y empática, sin pensar en qué decir a continuación, sin atropellar las palabras y sonidos de la otra; por eso la gente quería tanto a Momo, porque escuchaba y de esa forma ayudaba, se ayudaban mutuamente. Y la otra es de Beppo el Barrendero, «barrer baldosa a baldosa» en el tiempo presente y disfrutar de ello, sin pensar en todas las baldosas que faltan por barrer -es una metáfora claro está-. O la tortuga Casiopea que decía «Cuanto más lento más aprisa».

Desde entonces siempre lo recomiendo, porque creo que es importantísimo saber escuchar y poner en práctica un montón de recursos e ideas anticapitalistas en las que reflexiona Michael Ende en su libro.

Sigamos escuchando.

Augusto Metztli.

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