Objetos inútiles

Vivimos rodeados de cosas. Figuritas de adorno, suvenirs, mesas, sillas, butacas en las que nadie se sienta, estanterías repletas de libros ya olvidados, marcos con fotos de otras épocas de personas que ya no son lo que eran; la cafetera de diseño, la airfryer, el cepillo de dientes, la afeitadora, el reloj y el teléfono móvil -ambos smart– e infinidad de aparatos cuya tecnología nos promete una vida más fácil y que nos regalan más tiempo para dedicar a nosotros mismos, apuntarnos a yoga, ir a terapia, escribir frases guays en el Threads, hacer entrenamiento funcional y pagar las inscripciones de maratones que no vamos a correr. Ingentes cantidades de ropa en los armarios y cómodas, debajo de la cama, en cajas, en el cesto de la ropa sucia; nunca es suficiente para una vida tan ajetreada y la infinidad de situaciones en las que debemos estar presentes: bodas, funerales, un brunch, un cóctel, una gala, un estreno, una escapada de fin de semana, la clase de yoga, la sesión de entrenamiento funcional, la cita con la terapeuta, la fotito para el Insta; además, hay que tener en cuenta las cuatro estaciones del año, la hora del día o de la noche, las modas, las tendencias, la edad, el peso.

Llevo días pensando en deshacerme de los cuchillos. Cada vez que abro el cajón de los cubiertos y los veo allí intento recordar cuándo fue la última vez que utilicé uno. La manera en la que cocino los ha convertido en objetos inútiles.

Objetos inútiles.

Fernando Prado.

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