Me pueden decir que soy un insensible y decirme que miro para otro lado; me pueden decir que soy un mal venezolano y que no importa lo que pasa en mi país. Tal vez sea cierto. Yo no me creo todo lo que he leído, visto o escuchado en los medios de comunicación (venezolanos, colombianos, ingleses, españoles, americanos). Tampoco me creo todo lo que se ha publicado en las redes sociales. No me creo ni a unos ni a otros.

La historia de Venezuela ha estado llena de gobernantes desastrosos y de episodios violentos, de corrupción e impunidad. Lo que está pasando ahora no es nada nuevo, es el resultado de años de políticas nefastas. El enfrentamiento entre los líderes y entre los ciudadanos de diferentes colores se ha agudizado, y ya sabemos que las personas sometidas a tanta tensión acaban explotando. Súmense la inflación, la inseguridad, el desabastecimiento.

En España no son pocos los que están a favor del fin del chavismo porque lo consideran un peligro, un factor desestabilizante para la región y piensan que los chavistas -y por extensión, todos aquellos que lo apoyan- son indígenas, marginales, analfabetos y delincuentes. También hay otros que han idealizado el «socialismo del siglo XXI» y pregonan a los cuatro vientos sus maravillas. Lo que pasa en Venezuela es sumamente difícil de entender desde afuera.

Yo solo deseo que todas las partes se reconcilien y que de manera responsable y seria opten, de una vez, por el dialogo. Esto no es una pelea de gallos, no se trata de ver quién es el más macho porque al final los que pierden siempre son los mismos. Se trata del futuro del país y de los venezolanos.

Fernando Prado.

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