Con el verano el mundo se ilumina, eso es una gozada, pero tanta luz le afloja la boca a los descerebrados. Con el solsticio empiezan a pulular los humanos básculas, esos que dicen de manera peyorativa y con la intención de ofender «qué gordo estás», y también los alérgicos a los pelos propios y del prójimo, que intentan depilar a la humanidad con miradas de desprecio. Es entonces que me asombro del tamaño del sol y su capacidad de general calor, así de grande como la ignorancia del que va por el mundo emitiendo juicios estéticos y morales sobre el físico de los demás, que no sabe que sus gustos y disgustos, no son suyos, son impuestos, son inoculados. El culto al cuerpo modelado en un gimnasio es un canon impuesto, y la depilación una necesidad ficticia, anular el pelo, es una moda argumentada en la mentira de la higiene, porque de hecho es más anti higiénico y problemático quitártelo que dejártelo.
Y finalmente en el propio cuerpo gobierna uno, y tan cuerpazo es el modelado en gimnasio y lampiño de laser, que un peludo barrigón que contempla el profundo horizonte donde acaba el mar.
Augusto Metztli.
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