Ocupar un pueblo y amenazar de muerte a sus habitantes si no se convierten al islam; asesinar civiles inocentes a sangre fría; secuestrar mujeres y niños para convertirlos en esclavos. Estas son algunas de las atrocidades que el grupo yihadista Estado Islámico comete a diario. Fanatismo exacerbado. Un caballo desbocado y con los ojos vendados que corre arrasando todo lo que encuentra a su paso: creencias, principios, dignidad, respeto a la vida; todo eso está siendo destruido. Las víctimas son, una vez más, las minorías, los más débiles; en muchos casos son gente que lleva años huyendo de la guerra y del terror provocados por unos o por otros, pero al final siempre los mismos.
¿Cómo se puede detener el fanatismo, esa horrible epidemia? ¿Acaso basta con soltar unas cuantas bombas?
Fernando Prado.