Desde niño recuerdo ir caminando con mi mamá por las calles de México, y escuchar coches pitando, hombres gritándole cualquier estupidez desde la ventanilla del coche, o jóvenes en bicicleta o pasando por la acera, y acosándola con las palabras, con la actitud o con los ojos. Ahora ya no soy un niño y las calles siguen albergando a esa especie cobarde de homínido lengua larga que recuerdo de siempre.
NO hay ni argumento, ni «pero» que valga. El espacio proxémico personal, también se agrede con las palabras y con las actitudes violentas acosadoras. No se puede, bajo ninguna circunstancia, tomarse la libertad de transgredirlo, porque no es proporcional a la altura de una falda, al tamaño del escote, o a lo ceñido de la prenda de la mujer violentada. No es proporcional a la hora del día, o a la cantidad de alcohol en sangre. El acoso en la calle es VIOLENCIA y quien la ejerce amparado en su derecho a la libre expresión es, en mi derecho a la libre expresión, un imbécil que se debería quedar afónico y eunuco por los próximos cincuenta años. El acoso verbal, es primo hermano del abuso sexual.
Así que sería maravilloso que la próxima vez que transites por la calle y te apetezca convertirte en un baboso, intentes enredar tu lengua en tu cuello, de tal forma que dejes de respirar… y de hablar.
Augusto Metztli.
*¿NOS APOYAS CON 2$, 5$ ó 10$ al mes? Llevamos más de dos años ilustrando la actualidad, queremos dar un nuevo salto en nuestro proyecto y comenzar a recibir un pago mensual por lo que hacemos. Nuestra primera meta son 100$ al mes a repartir proporcionalmente entre lxs ilustradorxs que hacemos Boreal semana a semana. GRACIAS 🙂