Una vez al día, sin falta, Buhigas va a esperar el tren a la estación. Lo mira llegar, lo contempla paciente, y cuando el tren se va, él da la vuelta y también se va.
Su tiempo es el mismo que el del tren, sabe a qué hora llega y a dónde va.
En ocasiones se sube y hace la ruta completa, llega hasta Vigo y toma el tren de vuelta. A veces lo ves por la calle caminando a prisa, rumbo a la estación y parece que no hay nada más en el mundo, ése es su destino, ése es su fin, su causa. Él sabe a donde va y para qué, es como el alma gemela del tren, comparten el mismo camino, en círculos que se repiten una y otra vez.
Buhigas es muy afortunado porque sabe a dónde va y para qué. Y así es feliz.
Augusto Metztli.