El oficio de enterrador es tan digno como cualquier otro pero, como es obvio, es un trabajo de suma importancia porque consiste en embarcar el cuerpo del difunto de manera adecuada para que su alma realice un último viaje. Si tuviera o pudiera elegir cómo enterrarme lo haría cubierto en una mortaja -¿por qué no desnudo?- sin ataúd y con mi cadáver en contacto con la tierra. Es importante descomponerse cuanto antes y convertirse en alimento para los gusanos.

En la Comunidad Autónoma de Madrid hay alrededor de 200.000 musulmanes. Hasta hace poco el cementerio de Griñón era el único lugar en que los musulmanes podían recibir sepultura de manera digna y según el rito islámico. El pasado octubre de 2014 el cementerio pasó a manos del Ayuntamiento y éste aplicó la ley de sanidad mortuoria de Madrid. Antes los familiares del difunto pagaban a Mohamed Riani -el enterrador- entre 50 y 100 euros y actualmente deben pagar unos 1900 euros -la tarifa provisional del municipio-, a los que hay que sumar otros 1500 de funeraria. La muerte en occidente es sin lugar a dudas un negocio.

Yo quiero ser tierra.

Fernando Prado.

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