Mariano se pasea de la sala al comedor. Se asoma a la ventana y sueña con los personajes siempre victoriosos de los cuentos de hadas. Se imagina a sí mismo surcando los cielos sobre un dragón azul al amanecer, cabeza en alto, cara al sol.
Mariano y los miembros iluminados de la orden que él preside gobiernan este reino fantástico y lo defienden a capa y espada. Ahí tenemos al inquisidor Jorge Fernández Díaz, que en lugar de brujas caza inmigrantes, o a José Ignacio Wert, empeñado en embrutecer a la masa.
Todos los cabos están atados. Que no vengan negros infieles a colonizarnos y follarse a «nuestras» mujeres, que el pueblo no tenga acceso al conocimiento, que manifestarse y protestar sea un delito.
La religión en las aulas, la sumisión en la calle, la censura en los medios, el servilismo en todas partes.
Fernando Prado.