Cuando uno ve a Mariano Rajoy tiene la impresión de estar observando un amasijo de pieles y miembros ensamblados de cualquier manera, una carcasa bajo la cual se esconde alguien malévolo que controla sus movimientos torpemente, o un maniquí al que la ropa parece quedarle siempre grande.
Hemos visto varias versiones de Rajoy, desde el despiadado manos de tijera, pasando por el buen amigo, hasta llegar a la más reciente: el bromista. Mariano se ha disfrazado de bufón para la campaña electoral e incluso se ha atrevido a salir del plasma para tener contacto con el pueblo llano con tan mala suerte que su estrategia de acercamiento le ha costado una hostia y unas gafas nuevas. Los conspiranoicos pensaran que todo estaba preparado y que el chaval que le espetó el izquierdazo había sido contratado por el PP con el fin de sumar algunos votos más y de crear la penúltima versión de Mariano: el mártir.
Pero más allá de las imposturas, donde más cómodo se encuentra Rajoy es en su versión de hombre plasma -no confundir con plasta, no vaya a ser que nos amordacen-. Mariano estará reunido con su partido en la sede de la calle Génova y es posible que esté más pendiente de los resultados de la liga de fútbol que de los datos de participación en las elecciones.
He leído por ahí que el buen hombre ya está preparado para perder el control del cotarro. No sé, tal vez nunca lo haya tenido y todo su gobierno se haya basado en cumplir sin condiciones las directrices de Alemania. Puede que Mariano solo quiera retirarse a descansar, quizás piense que se ha esforzado demasiado para llegar a la Moncloa y acabar gobernando un país de desagradecidos.
Nadie sabe qué nos deparará el futuro más inmediato, ni siquiera Rajoy en su calidad de hombre-dios. Solo espero que mañana, mientras desayuno, me encuentre con un resultado que nos permita ver el futuro con un poco de esperanza. Que Mariano vuelva al plasma sería una buena noticia, sin duda. Puede que después de ver el último partido de la jornada de liga de hoy apague la tele y en un arrebato de nostalgia recuerde aquel punto que brillaba durante unos segundos en el centro de la pantalla de los antiguos televisores que llevaban en sus entrañas tubos de rayos catódicos. En ese momento, tras la posible debacle, quizás reciba un mensaje en su teléfono de un viejo amigo en el que se lea: Mariano, sé fuerte.
Fernando Prado.
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