Algo pasa en Guadamur -un pequeño pueblo de Castilla-La Mancha- que se me escapa. Hace unos meses se convirtió en el primer municipio de España que declara “persona muy grata” a Mariano Rajoy, presidente en funciones. Hace unos días, durante las celebraciones de las IX Jornadas Visigodas, se pudieron ver imágenes de Franco, Hitler o Himmler proyectadas sobre el castillo del pueblo, cuyo propietario, además, es judío.

Digo que algo pasa en Guadamur -y por extensión en España- cuando en el año 2016 alguien tiene los cojones de proyectar esas imágenes y quedarse tan ancho. No sé si valdría la pena recordar que Hitler y Franco fueron los responsables directos de millones de muertes y de un sinfín de atrocidades. La justicia, si fuera justa, debería ser contundente con los responsables, pero sospecho que todo quedará en unas disculpas obligadas por unas imágenes sacadas de contexto.

Más de cien mil muertos tirados en cunetas y fosas comunes continúan esperando a ser identificados; tienen nombres y familias. El único juez que tuvo la suficiente valentía y sentido de la justicia como para investigar los crímenes del franquismo está inhabilitado. Dejemos a los muertos descansar paz, nos dicen, no es necesario remover el pasado. No se trata de hundirse en antiguos lodos, se trata de hacer justicia. Por eso digo que algo se me escapa cuando veo las imágenes de esos criminales proyectadas en el siglo XXI, con la pretendida intención de heroizar a sus protagonistas.

Me gusta pensar que son pocos los nostálgicos y los que inexplicablemente, a pesar de su juventud, encuentran a estos asesinos inspiradores y los consideran un ejemplo a seguir. Me gusta creer que son pocos, aunque hagan mucho ruido.

El fascismo -por cierto, ¿por qué no proyectaron también la imagen de Mussolini?- no debería tener cabida en el siglo XXI.

Una sombra, por muy amenazadora que pueda parecer, solo es la imagen oscura que un cuerpo proyecta sobre una superficie.

Fernando Prado.

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