Mi amigo y yo salimos de nuestro edificio al escuchar a tanta gente vociferando y corriendo en la misma dirección. Perseguían a un gato mientras gritaban: ¡Mátenlo, mátenlo!. El gato se escondió bajo un coche, niños y adultos le lanzaban piedras y botellas, se agachaban y con palo en mano lo golpeaban y lanceaban. Nosotros estábamos impresionados con la escena, no entendíamos por qué había tanta gente intentando matar a ese gato. En cuanto encontró un espacio libre, el gato salió corriendo mientras esquivaba una lluvia de piedras y trozos de ladrillo, alguno se adelantó y alcanzó a darle unas patadas, el gato arrinconado entre la multitud y la pared de uno de los edificios gritaba y sufría e intentaba defenderse pero era mucha gente la que lo atacaba.
El gato comenzó a escalar el edificio clavando sus garras en la pared porosa, mientras subía la gente seguía lanzándole piedras, el gato llegó a lo más alto del edificio, tenía tanto medio que en ocasiones se veía como el meo caía, sus patas no aguantaron más y cayó hasta el suelo. Ya estaba muy mal herido y aún así la gente seguía agrediéndolo. Desde atrás de toda esa gente se escuchó a un joven diciendo: ¡dejen al gato en paz, ya estuvo bien! fue apartando a la gente, se agachó, cargó al gato entre sus brazos, él y sus colegas se lo llevaron, no sin antes desafiar con la mirada a todos los agresores que estaban allí.
Se alejaron entre la multitud. Yo conocía al joven que se llevó al gato, le decían «El ojitos», lo conocí jugando al baloncesto, y más tarde se convirtió en mi entrenador personal, me enseñó muchos trucos para mejorar en mi juego. Pues él, un joven pequeño, delgado, vestido con pantalones cortos y anchotes, de esos que se usaban a principios del 90, consideró que aquella locura colectiva, era injusta, tuvo el valor de enfrentarse a todos, arriesgar su integridad física ante esos energúmenos, salvar al gato y llevárselo a un lugar seguro. Más tarde le preguntamos por el gato, y nos dijo que murió, lo dejaron en un lugar secreto, para que por lo menos muriera en paz.
Siempre que haya una multitud que considere que ejercer la violencia ante otro u otra, o ante cualquier ser vivo, por el hecho de hacerlo en conjunto está bien, que están haciendo lo correcto, pienso que tarde o temprano habrá «Un o una ojitos» que los aparte, que se enfrente a ellxs y que enmiende esa situación injusta.
Todos estos años de políticas xenófobas, racistas, clasistas y machistas del PP, pienso en «El ojitos», en todxs esxs «ojitos» que se han jugado el tipo por defender la sociedad de esas injusticias, ahora que ha ganado Trump y veo cómo otros países y colectivos ciudadanxs se organizan para enfrentarse a él. Pienso en algo que decía mi abuelo: «Los malos siempre ganan, cuando son más que los buenos».
¿Tú quién eres? ¿»El ojitos»?
Augusto Metztli.
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