Federico tomando el sol

Federico Heredia pasaba la noche al pie del edificio del Dr. Tourón frente al estudio donde trabajamos. Federico era nuestro vecino, el invierno pasado lo veías dormir sobre cartones, mantas y más mantas, al lado de su tendido ponía con mimo y con un sentido secreto, unas figurillas de juguete como si las pusiera en su mesilla de noche imaginaria, también su botella de licor y su tabaco. Por las mañanas doblaba sus tendidos y los colocaba muy ordenados al lado de la papelera o junto a algún árbol, se refrescaba en la fuente para después caminar de un lado a otro de la plaza España, miraba a la gente que pasaba, saludaba a algunxs, miraba al cielo, miraba los árboles, sonreía y fumaba. En verano, e incluso en otoño si había sol, se quitaba la camisa, se sentaba en la acera de la iglesia y tomaba el sol con gratitud, por la tarde a la hora del calor se tiraba a dormir la siesta, bajo la sombra de los plátanos. Federico se veía muy guapo con la ropa que le regalaban. Tenía un aire a náufrago angelical. Era un tipo con encanto.

Estos años avanzaron como décadas para Federico, su salud mermaba a gran velocidad, vivir en la calle debe ser muy duro, y más en la fría y lluviosa Galicia. Cuando lo servicios sociales del pueblo conseguían que Federico pasara algunos días en el hospital para tomar fuerzas era todo un éxito, pero en cuanto su fragilidad se lo permitía, pedía el alta voluntaria y volvía a su plaza, a sus calles y a su recuncho. Dicen que no llevaba muy bien lo de cumplir las reglas, puede que haya sido así.

Este invierno, ya no había mantas y cartones doblados, ni mesillas de noche imaginarias. En ocasiones veías a Federico juntando a toda prisa cartones y periódicos para dormir en ellos. Sus últimos días volvió a dormir en aquel mismo rincón y poco a poco la gente le fue llevando ropa, zapatos, un colchón, mantas. Federico caminaba más despacio, su frondosa sonrisa de antes se convirtió en un gesto que apenas se intuía. Después del día de Los Reyes Magos, no sé el día con precisión, la policía recogió las mantas, los cartones y el colchón de Federico, ya no los necesitaría más. Murió.

En donde dormía, ahora hay flores y velas, y en las redes sociales la gente escribe bajo su foto D.E.P. y Q.E.P.D.

¿En qué momento la gente confundió descansar con morir? A mí me viene a la cabeza una y otra vez el estribillo de Lucas Masciano: «Cuando veas a un indigente, un borracho, una puta, un drogata, un demente, piensa bien en qué pudo pasarle, no todos somos valientes, no todos somos cobardes.»

Lo único que puedo confirmar es que Federico Heredia ya no está.

Augusto Metztli.

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