Los símbolos a veces son tan poderosos que hablan por sí mismos. Cualquier persona que vea un brazo derecho en alto inmediatamente piensa en el fascismo, el nazismo o como quiera que se les pueda llamar a ese conjunto de ideas que llevaron a la ultra derecha a cometer algunas de las atrocidades más grandes de la historia.

En siglo XXI, después de haber vivido episodios de barbarie cuyas heridas aún supuran, nadie en su sano juicio debería negar que estas ideas van ganando terreno en una Europa que quizás, en un exceso de confianza, creyó haberlas extirpado. Ahí están recordándonos que nunca han dormido y que, llegados a este punto de deterioro económico y social, crecen y se extienden como las malas hierbas.

No debemos dormirnos o corremos el riesgo de verlas caer del cielo sobre nuestras cabezas.

Fernando Prado.

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