Existe, o eso dicen, un lugar llamado limbo al que van, según la doctrina católica, las almas de quienes mueren sin el bautismo antes de tener uso de razón. No es un lugar en sí mismo, pues carece de un contorno físico que lo delimite como tal, de la misma manera que un alma no es algo tangible y la razón suele discurrir por el espacio de lo absurdo.
Dicho esto, que es lo mismo que no decir nada, debemos reconocer que estamos en el limbo, que vivimos sin enterarnos realmente de lo que ocurre. El caos reina, como en todo escenario apocalítico de manual. Se está acumulando una gran cantidad de carroña y los buitres, que cada vez son más, ya vuelan en círculos sin que podamos verlos por culpa del confinamiento.
En el encierro, todos compartimos el mismo sueño de salir a la calle un día soleado, abrir el paraguas y elevarnos sutilmente impulsados por una corriente de aire caliente. Ese día llegará, tarde o temprano. Cuidado con los buitres al subir.
Fernando Prado.
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