La explotación detrás de nuestras dulces frutas

Si vas ahora a la web del supermercado Aldi encontrarás en oferta la Sandía a 0.49€ el kilo, el Calabacín a 0.99€ el kilo, el Melocotón (Durazno) a 1,89€ el kilo, el mismo producto en Gadis lo encuentras a 1,19€ el kilo. Porque son frutas, pero si fueran lechugas, zanahorias, cebollas o patatas (papas) sería aún más sorprendente el precio, porque no llega a 1€ el kilo de ninguno de esos productos.

Las reglas del comercio son sencillas, si algo es barato, es porque alguien pierde, y en la oferta y la demanda actual, se encargan de que pierda el más débil. Los productores de frutas, verduras y hortalizas de algunas zona de España, sobre todo del sur, se han dado cuenta, que el más débil, es decir los y las temporeras, también son los y las invisibles. Eso es una gran ventaja, porque se puede abusar de ellos y de ellas sin represalias. Porque mucha gente no es justa con sus trabajadores por cuestiones éticas, si no por miedo a la sanción. A los y las invisibles nadie les cuida, porque es una licencia esclavista que la sociedad española está dispuesta a asumir con tal de tener «ofertas» en los folletos de sus supermercados favoritos.

Los y las invisibles, solo son visibles cuando molestan, y ahora, en tiempos de Covid, molestan, porque enferman y contagian porque trabajan sin protección, porque duermen en las calles de los pueblos cercanos a los campos en donde les explotan, porque ahora con las medidas sanitarias actuales hay fronteras cerradas, así que los y las invisibles, los y las nadie, ahora no desaparecen. No cumplen su ciclo «natural capitalista», que es venir de lejos, ser explotados o explotadas (cuando no también violadas o extorsionadas sexualmente), después largarse y no venir hasta la siguiente temporada. Ahora han quedado varadas y varados. El eslabón más débil de la voraz cadena productiva de alimentos «frescos» también son víctimas del racismo de a pie, y los largan a pedradas si es necesario, les queman sus poblados de cartón y plástico como en Lepe, les insultan, les violentan, para que desaparezcan como antes.

Lo que pones en tu plato te define, lo que comes te define, lo que compras te define, no lo que pienses o digas. Es nuestra responsabilidad no fomentar precios bajos y esclavistas, en nuestro consumo responsable se encuentra la solución a casi todos los problemas que nuestra voracidad ocasiona. Exije precios justos, trato justo a los y las trabajadoras, productos sanos, condiciones de trabajo dignas, comida respetuosa de principio a fin.

Gracias a los nadie, a las invisibles, al más vulnerable de la «cadena», abres tu nevera y encuentras lo que buscas. No lo olvides, están ahí.

Augusto Metztli.

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