
Siempre está. No importa el día o la hora. Recorre la playa de un extremo a otro cargando una bolsa. De vez en cuando se detiene junto a alguien que le pide un refresco, una cerveza, un paquete de tabaco o incluso el periódico. Se gana la vida vendiendo bebidas o aquello que la gente necesite.
Servicial, amable, educado e incansable. Me pregunto qué será de él cuando termine el verano y todos continuemos con nuestras vidas, recuperemos nuestras rutinas, retomemos la misma dinámica estresante y volvamos a subirnos a la rueda para seguir corriendo hacia ninguna parte.
Fernando Prado.
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