
Me despertó un sonido violento que rompió la noche como si esta fuera de vidrio. No podría decir si fue un disparo, un estallido o una explosión, pero al cabo de unos segundos me di cuenta de que estaba arrodillado en el suelo, un cuadrúpedo asustado con la respiración agitada, el corazón que se salía por la garganta y latía en las sienes surcadas por venas infladas. Pensé que debían ser alrededor de las tres de la madrugada, y el silencio líquido de la gélida noche me abrumó.
Una luz se encendió debajo mi cuerpo animal. Me froté los ojos con la punta fría de los dedos y me arranqué las legañas secas adheridas a la piel. Las doce y cincuenta y siete, leí en la pantalla. Le habría dado un manotazo al móvil mientras dormía y se habría caído de la mesa de noche. Entonces apareció una notificación. Abrí la aplicación correspondiente para revisar el correo y en medio de toda la basura encontré un email de un remitente del todo inusual. Leí con atención el escueto texto. Se me comunicaba mi despido con carácter inmediato. Todo se fue al carajo durante unos segundos. Solo unos segundos.
(De la colección Microrrelatos, de Fernando Prado)
Fernando Prado.
*¿Te gustó el artículo y la ilustración? ¿Nos apoyas con 2$, 5$ ó 10$ al mes en patreon? o también puedes hacerlo en Ko-fi a partir de 3€. Llevamos más de ocho años ilustrando la actualidad. GRACIAS